Verónica Radosevich, es Trabajadora Social, Psicóloga Social, especialista en Análisis Institucional  y Terapeuta Comunitaria Integrativa.







Compartimos la experiencia de vida de esta profesional que eligió entregar su vida y su tiempo.

Trabaje muchos años en Agricultura familiar, actualmente profesora, participo de proyecto de formación de jóvenes rurales, en un centro educativo terapéutico, soy integrante de “La Urdimbre”, una organización que hacemos Terapia comunitaria Integrativa.

En el 2020 integro un equipo de investigación desde los enfoques institucionales, de la Universidad Nacional del Noroeste.

Soy madre de tres hijos, Sofía de 20 años, quien fue compañera desde su infancia del trabajo en Fortín Olmos, era muy pequeña y cuando pasábamos por enfrente de la casa de las hermanas del sagrado corazón decía “chau reunión”, Juan Manuel de 16 años, que también dio sus primeros pasos en los encuentros de familia del centro nueva esperanza y  María Victoria de 12 años que me acompaña en otros espacios y sobre todo desde el feminismo en la deconstrucción del patriarcado en las relaciones familiares y hacia el contexto.  

Los años de juventud, los proyectos, los sueños.

Soy de un pueblo llamado Fortín Olmos, ubicado en lo que en su momento fue el corazón de la cuña boscosa, al norte de la provincia de Santa Fe. Pueblo al que mi mamá eligió para vivir como parte de su opción por los pobres desde la teología de la liberación.

Mi infancia estuvo marcada por el juego, el aire libre, juegos en la calle, con campamentos en arroyos, el campo.

Un lugar donde siempre participábamos era la iglesia, porque tenía una función social muy importante o en mi familia era importante.

En la adolescencia teníamos grupos de jóvenes, que hacíamos beneficio para comprar elementos para hacer deporte, organizábamos encuentros, obras de teatro que después íbamos a los parajes a presentar.

Después de haber estudiado Trabajo Social, sentía que quería hacer o devolver algo de lo que había recibido de mi pueblo.

Durante los años 1998 hasta el año 2006, participe de un proyecto colectivo que fue fundante para mí,  buscábamos transformar la realidad de la infancia, la juventud y adultez de las personas que tenían alguna dificultad o discapacidad. En su momento no había posibilidades de rehabilitación, educación, tratamiento, ni espacios donde pudieran participar, estaban excluidos socialmente.

En el año 2000 o 2001 llego la hermana Elo, y allí comenzamos a trabajar juntas, las hermanas del sagrado corazón de Jesús y la comisión ayuda discapacitado Fortín Olmos, en el transitar fuimos transformando la realidad y transformándonos.

El encuentro con las hermanas, es otro encuentro fundante para mí, porque nos fuimos formando desde la educación popular, proceso que me ayudo a estar desde un lugar político liberador.

Si bien al proyecto lo encarnábamos o lo militábamos algunas personas, el proyecto era del pueblo, porque recibíamos apoyo de toda la comunidad, emocionalmente, colaborativamente, económicamente. Evidentemente como sociedad estábamos todos preocupados por la integración e inclusión.

Después de 22 años, el Centro Nueva Esperanza continúa trabajando por los derechos de las personas con discapacidad.

Fuente: Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús ARU